lunes, 3 de septiembre de 2007

Algunas Reflexiones sobre la Educación Artística en Colombia II.

UNA SOLUCIÓN.

¿Existe algo que nos salve de la deshumanización que sufrimos por parte de un sistema ultrajantemente afrentoso para con la naturaleza humana? Sí, lo dice Hannah Arent: el Amor.

El amor para con los demás y para con lo que se hace, es la piedra de toque para la reivindicación de la condición humana.

No es exclusividad de la Educación Artística salvar al mundo, pero sin embargo, un gran componente de responsabilidad en este sentido le compete a la educación en general y a la educación artística en particular.

El arte es conocimiento, conocimiento a través de la experiencia, de la experiencia que movilice enteramente al ser que la vive, ser cuya razón de ser se da por cuenta del constante aprendizaje.

El nuevo arte es cultura, educación; la nueva educación es aprendizaje mutuo, igualdad de condiciones frente a las posibilidades de conocimiento por medio del descubrimiento de las potencialidades propias. Saber educar es saber decir: Yo soy capaz, usted es capaz, todos somos capaces…

El arte es lo culto, lo popular, lo mediático, es todo, en la medida que permita la experiencia en los términos arriba mencionados; el arte es todo aquello que pueda cambiarnos por vías inesperadas y en lugares inesperados; así, es junto a la ciencia, la posibilidad de descubrir el mundo y cuestionarnos cada vez más, ir más allá de las fronteras trazadas por la normatividad. Educar es aglutinar en una sola entidad a la ciencia y al arte por medio del amor.


Rodolfo López

Algunas Reflexiones sobre la Educación Artística en Colombia I.

UN PROBLEMA.

A la educación artística en el contexto mundial, se le ha dejado la función de salvar al mundo, lo cual, en el actual contexto, no pasa de ser una frase, pues en vista de la desregulación de lo público, depende de iniciativas privadas no siempre bien intencionadas; pues se proyecta que el arte pase a formar parte de atomizados dominios particulares, y aun así, sea cometido público, cosa difícil en un mundo mediado por la competencia de mercados.

Por ejemplo, en el plan decenal, la educación artística, cuya representación en ferias educativas es bastante alta (aunque con una visión muy pobre y ramplona), no figura concretamente por ningún lado, sólo se dice que es importante, que salvará al mundo y bla bla bla; en cambio, la ciencia y la tecnología (obviamente, parcializada hacia procesos repetitivos de cariz industrial, mas no investigativo) es la única área con presencia concreta y clara dentro de él.

En resumen, se pretende dar al futuro obrero, la habilidad suficiente para pegar tornillos mediante un paquete mínimo de supervivencia e inclusión en la ruleta del consumo, una especie de POS educativo, dentro del cual, el arte y la ciencia investigativa, no tienen lugar; no por nada para la CEPAL somos parte del grupo de “Naciones Perdedoras”.

En un mundo de la efectividad y los resultados directos, el arte y la investigación científica, son excéntricas facetas de la pérdida de tiempo, a menos que se viva en un llamado país desarrollado, que enfoca toda investigación en el lucro y la explotación, donde dicha “excentricidad” genera rédito.


Rodolfo López

Algunas Reflexiones sobre el Arte, la Cultura y la Educación.

LA DESINSTITUCIONALIZACIÓN COMO POTENCIALIDAD.

El actual panorama de la discusión en torno al arte, lo conducen a la condición de manifestación cultural, más que formal, habiendo superado la serie evolutiva: Belleza como decoración – Sentimiento como expresión – Concepto como libertad (o quizá, verdad); en ese orden, lo importante es que el objeto o la acción artística genere experiencia, con independencia de si es popular, culto o mediático. Cualquier cosa puede ser arte; es todo aquello que podamos llenar de significados, lo cual, parte de la cultura e implica fuertes efectos en la educación.

Un arte que se supera a sí mismo, nos recuerda a la modernidad que se supera a sí misma, o como dice Lyotard, la posmodernidad; dentro de ella todo es posible, lo cual, es tanto una potencia como una trampa mortal. En nuestra sed de certezas, el arte en un contexto posmoderno, deja más que preguntas, decepciona, nos deja sin asidero, sin agarradero.

Si a ello le agregamos el ingrediente de la economía neoliberal, el panorama parece cerrarse en una sinsalida. Sin embargo, jugar al abogado del diablo, una de las propuestas de la posmodernidad, hace que cualquier cosa se potencialice; la desinstitucionalización generalizada puede ser el acabose como puede ser la posibilidad de refundarlo todo, es simple cuestión de redireccionamiento de las energías. Así, el hecho de que las políticas públicas mundiales, concernientes al arte y la educación, conduzcan a la privatización, puede ser el inicio de la exploración en nuevos terrenos del conocimiento. Es cuestión no sólo de mirada, sino de terco redireccionamiento de la energía dedicada al desperdicio en pro de manifestaciones más productivas para la reivindicación de la condición humana.


Rodolfo López