jueves, 28 de junio de 2007

SESIÓN IV; 25. 06. 2007 (Lectura #8)

VIOLENCIA LOCAL Y VIOLENCIA UNIVERSAL.

Tortura. Umberto Giangrandi. 1971

Es posible ver a la obra de arte como un documento directo de uno u otro fenómeno histórico, en la medida que, como en el caso de la violencia, si bien evoca el concepto general de violencia, lo hace a través de episodios muy específicos y contundentes.

El autor del texto hace una suerte de listado de obras que se refieren a tipos de violencia específica, junto a sus respectivas prácticas, lo que de una u otra forma, pone de manifiesto el andamiaje siniestro de la violencia practicada a escala industrial, como fenómeno institucionalizado, como moneda corriente.

Las obras mencionadas en la lectura #8, como ya se dijo, son directas, no hay elipses ni simbolismos, son sencillamente, sin demeritar nada, documentos de denuncia, son la voz y el grito de quienes son silenciados por la fría y espantosa industria de la violencia.

A pesar de que el artículo cita ejemplos muy específicos, de violencias muy específicas y prácticas violentas muy específicas, dichas ilustraciones de las diferentes violencias particulares y sus variadas connotaciones, son extensivas a cualquier parte del mundo, pues su punto de partida es el mismo: la práctica de la violencia como institución. Sin embargo, queda un enorme campo de investigación, el referente a la “violencia invisible”: familiar, de género, de discriminación, de estado, corporativa… que también debe ser igual en cualquier parte del mundo.

Rodolfo López

SESIÓN III; 22. 06. 2007

VIOLENCIA PARTIDISTA, REVOLUCIONARIA Y LA VIOLENCIA DEL NARCOTRÁFICO.

No por nada se habla en abstracto de la espiral de la violencia, pues una acción aparentemente justificable para un acto violento, se convierte en algo completamente ajeno a lo que motivó dicho acto violento; la violencia es una droga y es contagiosa, y por más de que se encuentre justificada, su fatalidad es ser violencia por sí misma, es llegar a ser violencia sin justificación alguna y sin razón, de aquella de la que Colombia ha sido testigo durante décadas, y de la que hemos leído en lo corrido del diplomado.

La historia nos ha enseñado que no hay nada que justifique la violencia organizada, la violencia como institución, la violencia como moneda corriente. Es inevitable que haya actos violentos en la sociedad humana, pues siempre habrá choques de opinión o acción, siempre habrá enfrentamientos, grandes o pequeños; lo que si es evitable, es la violencia institucionalizada, con o sin justificación; es muy diferente hablar de violencia aislada a violencia organizada, a hablar de violencia en defensa propia a violencia coercitiva.

La violencia es parte de la vida y hay que aprender a lidiar con ella, a manejarla, y hasta donde sea posible, evitarla, ya que es un mecanismo extremo de reacción ante algún acontecimiento igualmente extremo.

En el fondo, todas las violencias organizadas son iguales, parten de un ideal, elevado o no, y terminan en degeneración. La violencia partidista tenía un ideal político-religioso de tipo dogmático, la violencia revolucionaria un ideal político y social de tinte utópico, y la violencia del narcotráfico, un ideal de ascensión social personal.

En este orden, los tipos de violencia organizada están entrelazados y no hay mucho que decir después de eso, sólo, que por la naturaleza de la violencia, dicho ideal se difumina y el acto violento existe únicamente por sí mismo.

Un artista comprometido con el tema de la violencia no es el que necesariamente ilustre uno u otro hecho violento, sino que en su obra se encuentre implícita una reflexión en torno a ese carácter de irracionalidad que envuelve a la violencia en general y a la violencia organizada en particular.

El acto violento como institución, es de las cosas más bajas que puede haber, es echar mano de una reacción natural aislada para convertirla en moneda corriente, y es por eso, que no hay diferencia de fondo en uno u otro tipo de violencia, y también por eso, es que se considera al artista comprometido, no como alguien que ilustra algún episodio violento, sino que a través de su obra, nos hace pensar en dicho fenómeno.

Rodolfo López

miércoles, 27 de junio de 2007

La Violencia Bipartidista

Fueron muchos los hechos violentos sucedidos durante el periodo entre 1947 y 1964, pero los que sin duda marcaron la historia de Colombia fueron los violentos hechos sucedidos el 9 de abril de 1948. Hechos que golpearon tanto a los dirigentes partidistas de esa época, liberales y conservadores, como a la ciudadanía en general. Los artistas no podían quedar por fuera de estos conflictos, es así como conmovidos por los hechos, plasmaros sus obras a manera de denuncia y rechazo. En el caso de los escritores algunos tuvieron que salir del país por sus escritos explícitos sobre los hechos.

Hacer una comparación de los sucesos violentos de la época bipartidista con la de ahora, podemos ver:
-Que los hechos de violencia siguen sucediendo, lo único que ha cambiado son los protagonistas, algunos hechos se hacen a nombre de ideologías políticas.
-Los conflictos violentos han sido, siguen y seguirán siendo un negocio para muchos actores del conflicto armado, pues, los involucrados hacen de hacen de la violencia una forma de vida.
-Cuando “se llegan a acuerdos, como sucedió con la reconciliación en la época bipartidista, que dio origen al frente nacional, cuyo pacto dejó a los combatientes sin un norte político, este es también el caso actual , con los que se acogen a cuerdos de paz, a los reinsertados de los diferentes grupos armados, como es el caso de los paras, que al dejar las armas quedan sin saber que hacer, cómo lograr integrarse a una sociedad, porque lo único que han aprendido es estar en conflicto y a hacer de la violencia un modo de vida.

Maria Inés Manrique Moreno

El Arte y La Violencia

Los artistas plásticos siempre han estado preocupados por los hechos de violencia, a lo largo de la historia. Los artistas plásticos se han atrevido a denunciar los hechos de guerras, masacres y toda clase de violencia, son ellos los que permiten que la gente no se olvide de estos hechos con sus obras.

Los artistas plásticos no debemos quedarnos en simples observadores pasivos, sino que debemos ser críticos activos, capaces de hacer denuncias que permitan, de alguna manera, llevar a la reflexión, tanto a los actores de conflictos como a la comunidad en general para lograr, de esta manera hacer un aporte a la paz.

Maria Inés Manrique Moreno

La Violencia un Fenómeno recurrente en Colombia



Al hablar de nuestra historia, no podemos ignorar la violencia afectando nuestras vivencias y nuestra forma de ver el mundo, el arte no es ajeno a esto, pues se nutre de lo que lo rodea, como no recordar el Guernica de Picasso, los cuadros y dibujos de Goya sobre la guerra civil española, es más para algunos críticos, en los momentos mas difíciles y caóticos, las expresiones estéticas abundan en calidad y cantidad, por todo lo anterior no es raro que varios de nuestros artistas hayan tenido como tema o inspiración el conflicto armado colombiano.
Diversas causas que no han encontrado solución han sido el combustible de esta hoguera irracional, primero la violencia partidista, luego la confrontación de la izquierda revolucionaria inspirada en le pensamiento de Marx, que en sus orígenes, tenía ideales, o una ideología que sustentaba sus acciones, y que con el transcurso del tiempo se perdieron, contra un Estado que no ha cumplido en muchos casos con sus funciones y finalidades, podemos citar una frase muy sabia de un político conservador “ cuando en un pueblo se falsean las bases de la democracia hasta encarnecerla por medio de la suplantación sistemática de los actores, todas las desgracias publicas se pueden esperar”.
Muchos artistas como Obregón, Alcántara, Botero entre otros han tratado este flagelo de forma acertada tomando una posición crítica, el arte no es indiferente, registra y expone una visión de lo que pasa.

Francisco Salamanca

domingo, 24 de junio de 2007

Relatoría Sesión I; Junio 20 de 2007

ESCUELA DE FORMACIÓN ARTÍSTICA Y CULTURAL DE

BARRIOS UNIDOS, BOGOTÁ

DIPLOMADO LAS ARTES PLÁSTICAS COMO MANIFESTACIÓN HISTÓRICA EN COLOMBIA

PROTOCOLO

SESIÓN I Junio 20 de 2007

ANÁLISIS DE LA LECTURA:

EL ARTE Y LA VIOLENCIA COLOMBIANA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX [1]

Una primera interpretación del texto, nos remite a episodios de violencia, la cual es plasmada desde las diferentes propuestas artísticas. Estas imágenes son las que sirven de recordatorio histórico, La tan necesaria memoria que nos permite volver al pasado.

Para el grupo de participantes del diplomado, es importante tener presente el periodo histórico, pues la historia de la violencia es al parecer escrita por los vencedores, en ese sentido el punto de vista del autor resulta fundamental, pues en sus obras se aprecia de un lado, la posibilidad de la objetividad, así como el interés de plasmar los hechos tal cual los han vivido. Es el caso de los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá, en donde el momento mueve a los artistas a plasmar los hechos como se vivieron.

En ese sentido vale la pena interrogarse acerca de lo universal que puede ser el lenguaje del arte y como se pueden superar las barreras de lo local, desde la narración plástica de los diferentes eventos. Desde esa mima perspectiva se plantea de que manera la fotografía contribuye en esa mirada, donde la técnica en ese caso gozaría de la cualidad que Cartier-Bresson denominara el Instante decisivo[2], esa fotografía que se ajusta al momento, que sin una planeación predeterminada logra capturar el espíritu de un evento, constituyéndose en un documento de importancia documental y para el caso que nos ocupa; la narración que constituye la memoria colectiva, es necesaria para la reconstrucción de esa historia nuestra, marcada por el signo de la violencia.

De otro lado se destaca la necesidad de abandonar la imagen del artista como aquel personaje romántico que solo se deja llevar por la sensibilidad, sino que el artista, debe ser una persona crítica, conocedora de unos aspectos técnicos, conceptuales, claro con una sensibilidad muy grande, pero capaz plasmar una idea con un sentido crítico. Puesto que hay muchas cosas que media la producción artística.




[1] MEDINA, Á. En Arte y Violencia en Colombia. Bogotá, 1999 MAMBO.

[2] Concepto desarrollado por el célebre fotógrafo Francés, que viene de las famosas "images a la sauvette", que vienen a significar con más precisión "imágenes a hurtadillas". Se trataba, pues, de poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo momento en el que se desarrolla el clímax de una acción.

viernes, 22 de junio de 2007

Arte y Violencia. Sesión II; 21-06-2007.

LA LLAMADA VIOLENCIA DE GÉNERO.

Por medio de las lecturas y las exposiciones vistas en las últimas sesiones, nos pudimos percatar de algunos aspectos en la relación que existe entre el arte y la violencia, vista ésta desde su manifestación como violencia partidista, violencia revolucionaria y violencia del narcotráfico; sin embargo, bien vale la pena hablar de una de esas violencias invisibles, pero que igualmente denigra la condición humana: La llamada violencia de género.

Al no hablar de la violencia desde un punto de vista episódico, se puede tender a la excesiva generalización, lo cual no necesariamente hace que el fenómeno no sea perfectamente explicable; aquella violencia que se provoca contra la mujer, tiene víctimas concretas, victimarios concretos y causas concretas, sólo que es tan generalizada y usual, que por eso mismo pasa a ser invisible; he ahí la gran tragedia de la violencia contra la mujer.

Como tantas cosas en la sociedad humana, la violencia contra la mujer, o la llamada violencia de género, tiene causas y consecuencias múltiples, y aun cuando el artista no sea necesariamente psicólogo, sociólogo, antropólogo o filósofo, inevitablemente, en su obra, si es consciente con la problemática, pone de manifiesto sus múltiples aristas y llama a todos a la reflexión.

Sin embargo, en las obras que tratan temas álgidos como la violencia contra la mujer, se puede caer en la porno-miseria, en explotar al fenómeno de forma morbosa y facilista, lo cual no sólo denigra al arte y al artista, sino sobre todo a las víctimas, con irrespeto, y también al fenómeno, con la banalización.

Al igual que puede llegar a suceder con cualquier otra manifestación humana, la exposición o ilustración explícita de una de la facetas de la violencia, si bien causa un efecto rápido y deseado, puede llevar a la explotación del fenómeno de manera simple y puede acarrear falta de sensibilidad, y sobretodo, como ya se dijo, de irrespeto para con las víctimas.

Hoy día, que está en resonancia el tema de la restitución a las víctimas, se debe tener en cuenta dicha situación en muchas facetas de la vida, para lo cual, el arte, llamado a hacer reflexionar a la sociedad, no puede ser la excepción. La violencia es un tema apasionante y complejo para el arte, y se merece un tratamiento digno, sin inmediateces, sin facilismo, sin morbo, y el cual requiere mucho trabajo.

Rodolfo López


Arte y Violencia. Sesión I; 20-06-2007.



La violencia es inherente a la humanidad, y como tal, tiene su manifestación en las artes, las cuales se encargan de expresar de distintas maneras la sensibilidad humana, por ello, las temáticas sobre la violencia, o el arte que evoca la violencia, o aun, el arte generado violentamente, son parte de la sensibilidad artística y del oficio como tal.

Si el arte es o no considerado como un oficio, depende del punto de vista y de la argumentación a la que se recurra en determinado momento, lo que si es cierto, es que el arte al apelar a las emociones humanas, aunque no solamente a ellas, debe incluir a la violencia dentro de su concepción y su práctica.

Con lo anterior, bien valdría la pena, superados los puntos comunes respecto al arte como denuncia o crítica ante la violencia generalizada o frente a un hecho violento concreto, ver la creación, la observación y la circulación del mismo, dentro de un ambiente cargado de violencia, como el que ha vivido Colombia durante muchos años.

El arte puede o no ilustrar un fenómeno violento determinado, o la violencia como manifestación general y natural, pero tal vez, un terreno inexplorado en torno a la relación del arte con la violencia, y el cual, el artículo no toca, es el arte no como algo que representa la violencia, sino al arte como la violencia misma, a través de la plástica que supera los formatos canónicos y se adentra en los terrenos de lo inclasificable, en la medida que hace uso de varios ámbitos de la plástica clásica y perfectamente definida.

El artículo muestra de cierta forma al arte clásico con relación a hechos violentos concretos o alegorías a episodios violentos, pero deja a un lado al arte que sin ser explícito nos permite ver su relación con la violencia, y que de forma no convencional e indirecta, invite a la reflexión en torno al fenómeno violento.

El arte de denuncia es valioso para la historia del país, pero bien valdría la pena investigar en los terrenos del arte que invite a la reflexión en torno a la violencia en general, al sentimiento violento, pues la denuncia tiende a la indignación, mientras que la reflexión nos lleva al origen de asunto y nos permite poner en perspectiva a la violencia como manifestación humana, con el fin de que disminuya, y así, deje de ser algo institucionalizado, pues la violencia siempre existirá y es natural, pero lo aterrorizante es que se convierta en moneda corriente de una sociedad, que por exasperación, ya ni se indigna y pasa a la apatía y la indiferencia. La denuncia es importante, porque provoca indignación, pero debe ir acompañada de una reflexión, para buscar las causas y así poder actuar.

Rodolfo López

*La primera imagen corresponde al montaje "Musa Paradisiaca", de José Alejandro Restrepo, entre 1993 y 1996; la segunda es el óleo "Violencia", de Alejandro Obregón, de 1962. Musa Paradisiaca es el nombre científico de una especie de banano.