jueves, 28 de junio de 2007

SESIÓN III; 22. 06. 2007

VIOLENCIA PARTIDISTA, REVOLUCIONARIA Y LA VIOLENCIA DEL NARCOTRÁFICO.

No por nada se habla en abstracto de la espiral de la violencia, pues una acción aparentemente justificable para un acto violento, se convierte en algo completamente ajeno a lo que motivó dicho acto violento; la violencia es una droga y es contagiosa, y por más de que se encuentre justificada, su fatalidad es ser violencia por sí misma, es llegar a ser violencia sin justificación alguna y sin razón, de aquella de la que Colombia ha sido testigo durante décadas, y de la que hemos leído en lo corrido del diplomado.

La historia nos ha enseñado que no hay nada que justifique la violencia organizada, la violencia como institución, la violencia como moneda corriente. Es inevitable que haya actos violentos en la sociedad humana, pues siempre habrá choques de opinión o acción, siempre habrá enfrentamientos, grandes o pequeños; lo que si es evitable, es la violencia institucionalizada, con o sin justificación; es muy diferente hablar de violencia aislada a violencia organizada, a hablar de violencia en defensa propia a violencia coercitiva.

La violencia es parte de la vida y hay que aprender a lidiar con ella, a manejarla, y hasta donde sea posible, evitarla, ya que es un mecanismo extremo de reacción ante algún acontecimiento igualmente extremo.

En el fondo, todas las violencias organizadas son iguales, parten de un ideal, elevado o no, y terminan en degeneración. La violencia partidista tenía un ideal político-religioso de tipo dogmático, la violencia revolucionaria un ideal político y social de tinte utópico, y la violencia del narcotráfico, un ideal de ascensión social personal.

En este orden, los tipos de violencia organizada están entrelazados y no hay mucho que decir después de eso, sólo, que por la naturaleza de la violencia, dicho ideal se difumina y el acto violento existe únicamente por sí mismo.

Un artista comprometido con el tema de la violencia no es el que necesariamente ilustre uno u otro hecho violento, sino que en su obra se encuentre implícita una reflexión en torno a ese carácter de irracionalidad que envuelve a la violencia en general y a la violencia organizada en particular.

El acto violento como institución, es de las cosas más bajas que puede haber, es echar mano de una reacción natural aislada para convertirla en moneda corriente, y es por eso, que no hay diferencia de fondo en uno u otro tipo de violencia, y también por eso, es que se considera al artista comprometido, no como alguien que ilustra algún episodio violento, sino que a través de su obra, nos hace pensar en dicho fenómeno.

Rodolfo López

1 comentario:

Rubén Monroy dijo...

Muy bueno el artículo. Igualmente es necesario observar otro tipo de violencia mas camuflada, y es la violencia de la indiferencia, de ignorar al otro. Es tal lo que le ha sucedido al arte colombiano contemporáneo con el comportamiento de los dueños del poder en este país, que consideran a la cultura y el arte como algo inexistente.