miércoles, 15 de agosto de 2007

Jaime Montero artemontero@yahoo.com

REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA EN LAS ARTES
PLÁSTICAS COLOMBIANAS

Gran impacto causa el volver sobre hechos de violencia de la historia de Colombia y el recordar acontecimientos no muy lejanos como también los hechos presentes.
Inmersos en un país que tiene una larga historia de violencia aún antes de nacer como país, si recordamos la tan histórica y cruenta conquista española. Parece que estuviéramos destinados a sufrir por siempre la violencia generada por fuerzas internas y externas…violencia siempre violencia. ¿Será por origen un país donde la violencia tiene sentada su permanencia?
Pero para no perderme en consideraciones que me pueden desviar del objetivo de estas meditaciones me remitiré siguiendo el común histórico a los orígenes de la actual violencia, con los hechos sucedidos a raíz de la muerte del líder político liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Hecho que vive en la memoria de Colombia como el detonador de toda esta angustia de muerte que aún hoy y tal vez con más fuerza convive en el diario trasegar de quienes habitamos este terruño patrio, evento luctuoso y nefasto para Colombia, y que tocó las fibras sensibles de los artistas que han manifestado su repudio a los actos violentos por medio del lenguaje artístico propio de cada uno, actividad que siempre ha estado presente a través del tiempo en todos los aconteceres violentos, trátese de hechos ya históricos o de
hechos del presente del artista.
Me ha impresionado la cantidad de obras bajo el mismo móvil de sensibilizar al espectador ante los hechos vandálicos proporcionándole a su vez al artista la posibilidad de un exorcismo de su propio dolor y del posible sentimiento de indefensión y perplejidad que ronda por su mente y afectando el componente humano.
Dentro del panorama del arte universal encontramos obras de denuncia como “Dos de Mayo” y “El tres de Mayo de 1808”, de Goya donde toma partido por las víctimas de la invasión Napoleónica a España; “El Guernica” de Picasso, que afectado en lo mas profundo de su sensibilidad, condena en su obra a los violentos y muestra su compasión por los violentados. Delacroix también dejó como testigo de su sensibilidad la obra “La libertad guiando al pueblo” advirtiendo que “si no he luchado por la patria por lo menos pintaré para ella”.
Volviendo a nuestro país encontramos obras como “Masacre 10 de Abril” de Alejandro Obregón, que vio los actos de la multitud enfurecida por el asesinato de Gaitán, y además visitó el cementerio Central de Bogotá donde contempló la cantidad de cadáveres que esperaban para ser reconocidos.
En el mismo episodio de la asonada bogotana se encontraban otros 3 pintores: Enrique Grau, Alipio Jaramillo y Marco Ospina. Todos ellos pintaron la violencia, Grau contribuyó con su “Tranvía incendiado”. A su vez Débora Arango pintó los Francotiradores en Dos de Mayo, Goya La libertad guiando al pueblo, Delacroix
“Masacre del 9 de Abril”. Marco Ospina, primer pintor abstraccionista del arte colombiano, aunque tardó años para involucrar la violencia en su obra lo hizo de forma vanguardista y pintó su “Díptico de la violencia”, de gran factura geométrica. Alipio Jaramillo pintó “9 de Abril”, tal vez la mejor lograda de sus obras. Obregón, Ospina, Grau y Jaramillo fueron los pioneros que plasmaron el tema de la violencia.
Después de las masacres provocadas por las diferencias y odios de los partidos políticos de entonces, liberales y conservadores, aparecen ya en los años ochenta y noventa las masacres perpretadas por grupos paramilitares, guerrilleros y miembros del ejército. De esto da cuenta el grabador y pintor Alfonso Quijano con una serie de serigrafías, sobresaliendo una titulada “La cosecha de los violentos”. Luis Caballero hace su aporte con el mismo sentido en su obra “Los cuerpos inermes”.
Tras el conocimiento del primer acto violento con sevicia, el 9 de abril de 1947, un año antes de la muerte de Gaitán, correspondiente a la muerte del jefe liberal de Ráquira y su esposa, y cuyos cadáveres fueron profanados al sacarles los ojos después de recibir múltiples machetazos, Luis Ángel Rengifo plasmó este hecho en los más estremecedores grabados Colombianos. Pedro Alcántara retomó el mismo enfoque y produjo dibujos que se centraban en los victimarios y no en las victimas, denunciando así la irracionalidad de los autores de la violencia.
Es de anotar que todo este conflicto político ha afectado el ámbito intelectual de Colombia y es así como algunos de sus exponentes han tenido que salir para refugiarse en otros países. Otros artistas como Pedro Nel Ospina, Ignacio Gómez Jaramillo y Débora Arango fueron duramente atacados por algún sector de la prensa.
Cuando sucedió el golpe militar que acabó con el gobierno conservador de Laureano Gómez, hubo beneplácito en el país, hecho que llevó a Débora Arango a pintar la salida de Laureano en su obra “13 de Junio” representando a Rojas Pinilla arrojando a culatazos a bichos horrendos que marchan en procesión encabezada por la muerte.
Durante el tiempo anterior al golpe militar, la población civil se estaba armando, formando milicias de autodefensa, hecho que fue plasmado en los lienzos de Alipio Jaramillo. En 1954 el 8 de Junio en una manifestación estudiantil de la Universidad Nacional, murió abaleado en Bogotá uno de sus estudiantes, de este hecho dan cuenta Alejandro Obregón con “Velorio” e Ignacio Jaramillo con “Colombia llora un estudiante”.
La represión y la intransigencia dieron lugar al desplazamiento de población campesina a las ciudades, hecho que motivó al escultor Hugo Martínez a construir su obra “La huída”.
El sectarismo risible de algunos miembros de la iglesia católica, ha sido presentado por Fernando Botero en los obispos que ha pintado desde 1958. En 1962 Alejandro Obregón gana el salón Nacional de Artistas con la obra “Violencia”.
13 de Junio, Débora Arango Son muchas las obras artísticas que han sido motivadas por las masacres de carácter político o de la mal llamada limpieza social, y entre los autores de obras con el mismo lineamiento se encuentran el pintor Antonio Barrera, el fotomontajista Miguel Ángel Rojas, la videorrealizadora Clemencia Echeverri y la instaladora Carmen Eugenia Alvarado.
Es pues grande el número de artistas que motivados por los actos de una irracional violencia han plasmado obras salidas de las más sensibles fibras de su humanidad y que han pasado a ser patrimonio histórico de Colombia.
Todo este somero recuento de la participación de los artistas con sus obras, en el tan interminable periodo de violencia en Colombia, sirve para darnos cuenta de la importancia que tiene el arte en el acontecer histórico de un país, para dejar constancia de todos esos tan lamentables hechos que solo han sembrado dolor y rencores, llegando al punto en que ya las víctimas y los victimarios son anónimos y solo nos estremece el acto violento que se ha vuelto pan de cada día y que por esa misma circunstancia parece convertirse en un
acontecer mas de la cotidianidad.
Uno de los hechos que más me impacta dentro de esta aterradora violencia, es el ataque impersonal por medio de las minas antipersonas, donde caen victimas con la mayor inocencia y sin advertencia, dentro de las cuales se cuentan muchos niños y campesinos desprevenidos victimas que sino pierden la vida, pierden sus pies o manos, su contacto con Violencia, Obregón la tierra, pierden sus propias huellas. Este hecho me impresiona de manera particular ya que en el medio artístico y cotidiano, mis pies y manos han jugado tal vez el mas importante de los papeles, esto me ha motivado para trabajar en solitario sobre el tema de “las huellas
perdidas…”


Agosto 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y a esa violencia explícita sumémosle la violencia soterrada: violencia contra la mujer, violencia contra el niño (por violación carnal, explotación sexual y laboral, abandono de la familia y el Estado, etc.), violencia generalizada del medio social contra los individuos marginales, etc., etc.