jueves, 5 de julio de 2007

Arte y Violencia, Sesión VIII; 03. 07. 2007 (Fragmento de la relatoría del “XVIII Coloquio Internacional de Historia del Arte)

LAS RUINAS INVISIBLES.

El texto nos habla de los despojos de la violencia, de todo aquello que queda tras el arrasamiento; sin embargo, no toda ruina es visible, y en Colombia, las ruinas las carga cada quien a sus espaldas.

Las ruinas visibles, como testigo de la violencia practicada a escala industrial, como recuerdo imborrable y escarmiento masivo, son tan efectivas, que a manera de lección extrema, aleccionan también masivamente, y acaso, también serán brutal antídoto contra la indiferencia.

Sin embargo, en Colombia, esa ruina cotidiana, invisible, generalizada, constante, en pequeñas dosis personales, al no ser una sola que nos toque a todos, es peligrosamente discreta y lentamente erosiva. Cada quien se encarga de cargar su cruz, unos en un bolsillo, otros en un morral, y otros en un camión o un avión, pero parece ser distinta para cada quien, y sólo toca a quien la carga.

¿Será que en el país, para hacer algo, o al menos, sentir algo por esa violencia multifacética e institucionalizada, nos hace falta ver las ruinas que vio Europa en la Segunda Guerra Mundial? ¿No es suficiente la miseria generalizada para movilizarnos aunque sea un poco? El texto nos habla de las huellas de la violencia, como infame recuerdo para que no se repita, pero en nuestro país las huellas no se ven sino que cada quien llora las suyas, cada quien carga su ruina, su ruina espiritual no compartida ni exorcizada, su ruina invisible.

Rodolfo López

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