sábado, 28 de julio de 2007

RELATORIA Sesión Julio 12/2007


BEATRIZ GONZALEZ

Analizar y comprender a los artistas sus planteamientos, sus métodos, su disciplina, entender el proceso que conlleva lograr una obra, nos deja ver que el artista se ha formado inicialmente en el oficio y que posee diferentes dinámicas a su alcance para llegar a su objetivo, puede partir desde el dibujo previo es decir el boceto, puede surgir del juego mental, que resulta divertido por que el artista es el único que coloca las reglas, por consiguiente el es quien sale ganador; un juego que es espontáneo, tiene gracia y en ocasiones suele ser irónico, puede causar cierta angustia porque el crear no es una cosa fácil.
En la mente del artista una gran cantidad de pensamientos, conocimientos e ideas, recalcan y cuestionan como y de que manera pueden llegar al observador, en todo ese camino recorrido hay implícito un largo proceso de investigación; es el artista un convencido de lo que expresa. En Beatriz González, esta muy claro, su formación, su larga trayectoria ver los elementos en los que ha fundamentado su trabajo; sus imágenes populares y podría decirse que artesanales en otro contexto, su conocimiento de la cultura y de la historia, su planteamiento plástico, el aspecto conceptual, plantea una propuesta artística con elementos nuevos ”ARTESANALES” dejando en el observador una clara intención de provocación de transgredir, de crear controversia.
Conocer todos estos aspectos en la obra de Beatriz González amplía el panorama nos da a entender que refleja una manera de mostrar la realidad, los acontecimientos, tiempos y lugares, reitera que hay una manera de ver, pensar y plantear del artista.
Su obra es contundente causa inquietudes y desconcierto precisamente por lo innovador de la propuesta.
Un mueble como una obra de arte, unos temas cotidianos y populares, las imágenes que de alguna manera viven con nosotros, las noticias, lo social, lo político y todo ese mundo imaginario que ronda su pensamiento.
Balancearse entre lo kitsch y lo cursi, entre las clases sociales, en la representación religiosa etc.
En Beatriz el azar aporta en la manera en que ella aprovecha esos instantes de lucidez para convertirlos en aciertos.
El observador al enfrentarse a esta clase de obras debe abrir su mente para tener una idea mucho mas clara y pueda compenetrarse con lo que ha querido decir el artista; es decir que debe existir una cultura intelectual que nos acerque a los planteamientos del arte actual.


Juan Manrique Silva

1 comentario:

Anónimo dijo...

Viendo la película sobre Gonzalo Ariza y su reflexión en torno al arte en Japón como parte de una cultura viva, me permite pensar en las reflexiones que suscita la obra de Beatriz González. Si en el Japón que conoció Ariza (que en el sentido que aquí se aborda, no parecería haber cambiado demasiado, aunque Japón y sus nuevas generaciones, como cualquier otro país del mundo, no escapen de la enajenación), el arte y la cultura se entremezclan con la vida cotidiana y son integrales en la conformación del ser humano como un todo, en Colombia el arte es de museos y la cultura de eruditos; no nos deja pensar otra cosa la reflexión en torno al kitsch, la alta y la baja cultura. La cultura basura, masiva, barata, de consumo y de recambio, es para la gleba, y la cultura de verdad, la cara, la exclusiva, es para “los de arriba”. En el país, las manifestaciones de humanidad, como el arte y la cultura, están divorciadas de la cotidianidad, por efectos de la enfermedad social y la falta de conciencia; por ello, esos remedos de mal gusto de la alta cultura, no son más que baratijas inmundas, que por sus bajos precios y fácil y rápida circulación, son lo único a lo que puede aspirar el vulgo ignorante que sólo está de cabeza en las fábricas-oficinas entre semana y de paseo en el centro comercial el fin de semana.

Si el arte debe ser parte de la vida, en un país de obreros y explotadores, en un país de patricios y esclavos, éste no es más que un contentillo para los no iniciados. Bajo esta perspectiva, la reflexión que propicia la obra de Beatriz González, que generalmente se asocia de manera superflua a un simple asunto del gusto subjetivo, deviene en una aguda discusión de orden social, muy seguramente, como sucede tantas veces, a pesar de las pretensiones de la artista, pero que de todas formas está allí, y reposa para ser despertada gracias al debate.