EL KITSCH COMO “CONTENTILLO” PARA EL EXCLUIDO.
Los afectos y desafectos para con un artista, son perjudiciales para el ejercicio de la crítica, lo que no significa, que a partir de la figura del artista no se puedan tener algunas herramientas para iniciar la tarea; sin embargo, el centrarse en coyunturas, nos desvía del tema de discusión, lo que tal vez me sucedió en más de una ocasión en mi anterior texto sobre la obra de Beatriz González; por lo cual, en aras de la construcción de discurso y contexto, tomaré a la obra de Beatriz González como una disculpa para abordar la relación del gusto con la exclusión.
La obra de Beatriz González, pone sobre la mesa el tema de la baja , media y alta cultura, exponiendo y encontrando a los dos extremos del espectro en un solo objeto, en una sola obra, ambos se encuentran, chocan, se contradicen y tras ellos, más como disculpa, se inicia una reflexión en torno a la relación que existe entre la circulación de algo en medio de una sociedad de consumo.
Hoy día es posible traducir todo en términos de consumo, todo al final se halla sometido a los mandamientos del mercado, y por ende, a sus posibilidades de ser poseído gracias a su circulación como producto; en ese orden, lo que más circula, por las dinámicas propias de la producción y la relación entre demanda y oferta, hace que se manifieste de forma masiva y por lo tanto barata (engañosamente económica…), por lo cual, sin que sea la excepción, todo aquello asociado a la cultura, a la cultura de masas, pasa al universo de la producción, mercantilización, consumo y subsecuente desecho; así, lo barato como abundante, es la única posibilidad que tienen los excluidos (léase, pobres), de acceder a algo.
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