miércoles, 11 de julio de 2007

Relatoria. Sesión "XVIII Coloquio Internacional de Historia del arte Arte y Violencia, Universidad Nacional Autónoma de México 1995"

ARTE Y VIOLENCIA: LA POSIBILIDAD DE LA MEMORIA

Un rastreo por las obras de artistas plásticos en Colombia que han reflejado en su producción el contexto histórico del país, marcado por el signo de la violencia, ha permitido motivar la reflexión sobre el papel del arte y en general de la producción intelectual, cualquiera que sea su campo, casi como un reclamo frente a la indiferencia y principalmente a la posibilidad de ser la memoria, el documento escrito, tal vez revelado, o delineado por el pincel, quizá bajo la idea que en este espejo nos veamos reflejados y desde la resistencia impidamos que en un futuro se vuelva a reescribir esa sangrienta historia.

Es el elemento de la memoria el que integra la primera categoría de análisis sobre la producción artística en nuestro país, en ese sentido quisiera compartir una cita que nos ubica en esta posibilidad:

Ya lo recordaba el nobel poeta Czeslaw Milosz en el discurso de aceptación del premio en 1980, en palabras que recobran una actualidad asombrosa:

"Los acontecimientos de las últimas décadas, de importancia tan decisiva que de su conocimiento o de su ignorancia depende el futuro de la humanidad, pasan desapercibidos, palidecen y pierden toda consistencia, como si el pronóstico de Nietzche acerca del nihilismo europeo encontrara aquí una realización literal. ' El ojo de un nihilista', escribía en 1887, ' desconfía de sus recuerdos; deja que mueran y pierdan sus hojas y lo que no hace con él mismo, tampoco hace con todo el pasado de la humanidad. Lo deja morir'. Nuestra época no conserva del pasado más que ficciones contrarias al sentido común y a la más elemental percepción del bien y del mal. Tal como afirmaba recientemente el diario ' Times' de Los Ángeles, el número de libros en varios idiomas que niegan la veracidad del Holocausto y lo atribuyen a una invención de la propaganda judía, supera el centenar. Si somos capaces de semejante desvarío, ¿por qué habría de ser improbable la pérdida total de memoria como estado permanente del espíritu? ¿Y acaso no representa ello un peligro mucho mayor que la ingeniería genética o la degradación del medio ambiente? "[1]

Frente al peligro de la amnesia colectiva que amenaza a nuestra sociedad, como lo hiciera la peste del insomnio que cubría a Macondo, tiene sentido la pregunta por el desarrollo de nuestra mentalidad que con sus enormes ciudades, sus adelantos científico- tecnológicos, en general su racionalidad instrumental ha engendrado una serie de odios sistemáticos que se traducen en las devastadoras consecuencias conocidas por todos nosotros y en donde en el marco de nuestras reflexiones nos hemos permitido asignar al arte el papel documental y crítico, en ese marco de referencia surge otra de las categorías de análisis relacionada con la anulación del sujeto a la que nos enfrentamos en las diferentes latitudes, la que hace parte de nuestra cotidianidad:

“Toda la teoría burguesa de la competencia presupone esto. Subyace a ella el concepto de un mundo lineal y plano, precopernicano, que en un mundo que se torna cada vez más global y por ende redondo, parece en exceso simplista. La lucha a muerte en la competencia de los mercados es proclamada como motor del interés general. La lucha por asesinar al otro es vista como fuente de la vida. Vicios privados – virtudes públicas. Es la mano invisible la que nos asegura que la realidad es tal, que el asesinato no es suicidio”. [2]

Miramos con perplejidad la historia de las civilizaciones y a la vez que celebramos la vida, nos resulta incomprensible hacer parte de un grupo natural que pareciera despreciar al otro en la búsqueda de sus objetivos, en medio de todos los logros que ha alcanzado la humanidad se observa con cierta intranquilidad el futuro, pero a la vez nos asignamos la responsabilidad de construir, donde la historia no sea una oleada de viento frío por el cual pasamos indiferentes, sino un punto de partida donde la memoria y todo el acumulado de la producción de las sociedades represente las bases para el reencuentro con el otro y el entorno, recordando que somos producto de esa gran comunidad y que renunciar a ella significa, renunciar a nosotros mismos.

[1] Milosz, Czeslaw. "Discurso de investidura del Premio Nobel de Literatura 1980", en Poemas. Barcelona, Tusquets, 1984, p. 129-145. Citado en Conferencia sobre la película de Allan Parker EL MURO y sobre la música de esta película del grupo The Pink Floyd, dictada por Gabriel Restrepo Forero (profesor de Sociología de la Universidad Nacional). Bogotá, Ciudad Universitaria, noviembre de 1993

[2] Hinkelammert, Franz J. Sujeto negado y su retorno

Diego Gómez. Docente del diplomado


1 comentario:

Anónimo dijo...

El arte como documento conformador de la memoria, es una de las múltipes aristas de su esfera de influencia. En esa medida, puede en determinado caso, hacer caer en cuenta al observador respecto a sus recuerdos personales, con el fin de que una existencia consciente, le permita igualmente tener conciencia de esa memoria colectiva. Sin recuerdos no hay memoria, sin esa retención mínima de una existencia plena y consciente, no puede existir la tan nombrada conformación de una memoria colectiva. Hoy día se vive generalmente bajo el dictado de algo externo, de algo o alguien que nos dice qué hacer y cómo hacerlo, así, la conciencia de la existencia no tiene cabida, pues no existe la voluntad de pensamiento y acción; bajo esa perspectiva, cualquier presunción de elaborar un corpus de memoria colectiva, no pasa de ser una frase; así, es menester apropiarnos de nuiestra vida (a un alto costo, abviamente), apropiarnos de nuestros recuerdos, y elaborar junto a los demás la ansiada memoria... y claro, aprender de ella, para no repetir los mismos errores del pasado