sábado, 28 de julio de 2007

EL CINE Y LA “DENUNCIA DE UNA REALIDAD”

Las películas de Víctor Gaviria han sido criticadas desde diversos ángulos por la crudeza de sus escenarios y personajes.
Estéticamente no son lo más agradable y socialmente tienen un supuesto gran sentido y valor.
Respetando su trayectoria y entrega a la expresión, quizá desde mi punto de vista personal se le pasa la mano.
Tanto Rodrigo D No Futuro, como la Vendedora de Rosas, son muestras palpables del rostro de la miseria y la violencia que se vive en muchos lugares de Colombia.
Opiniones a favor expresan que se están mostrando realidades. Otras contrariamente expresan su desagrado por el exagerado morbo que se mueve dentro de una disciplina que convoca al público para recrearse.
Así como se ha mostrado la explotación del dolor para muchos artistas, llegamos al cine para ponerle un punto más arriba al cine gringo de sangre, violencia y miseria tras un héroe.
El pueblo se harta de todo esto, tanto de los hechos como de las denuncias de los mismos, porque seguimos de manera repetitiva sin cambiar el rumbo; es decir, sin poderlo superar.
Salirse de los cánones, buscando dar grandes golpes de opinión, no es llegar a la cima y ganarse el respeto. Es quizá una forma de llamar la atención y nada más.
En contraposición a estas dos cintas, la de Cóndores no entierran todos los días muestra igualmente la violencia en los cotidianos escenarios del suelo colombiano, pero con un estilo y una estética que se graba en el recuerdo.
Para la opinión internacional esos son trabajos de mucho peso y para muchos nacionales. Cada uno tiene derecho a compartir y aprobar o desaprobar. No hay discusión y menos se debe convertir en un punto álgido para violentarse por imponer un criterio: es una denuncia de la realidad, o es una forma de llevar la violencia a los ojos del público para demostrar lo que es capaz un personaje con una cámara.

José Marcelo Vásquez R.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tal vez, la mayoría de críticas que se le hacen al cine de Gaviria, provienen de su pobreza dramática, o sea, de la gracia que se necesita para contar una historia; así lo habrá percibido él mismo, y gracias a la evolución artística y argumental que sufre todo cineasta que se considere como tal y que además respeta y ama su trabajo, su última película, Sumas y Restas, es prueba de ese desarrollo en diversos ámbitos de su filmografía; allí ya hay gracia para contar la historia, y no es cualquier cosita, es como siempre, una temática pesada, dura, pero esta vez con gracia y respeto para consigo mismo y con quienes quieren ver una buena película.