sábado, 28 de julio de 2007

RECORDANDO A DÉBORA

La proyección de la entrevista y algunas obras de la desaparecida pintora Débora Arango, es una muestra de lo que el arte debe guardar muy celosamente para la historia.
Débora fue de los contados artistas que se entregó totalmente, vivía para el arte (no vivió del arte como pretenden muchos, los que más se quejan de no tener oportunidades para sobresalir).
Su autenticidad brindó los frutos que merece todo artista para figurar en los anales de la historia, sin buscar esto. Solamente buscando la forma de llegar al común de la gente con sus obras. Para ello estudiaba, recurría a quien consideraba que le podría aportar algo para seguir mejorando como el maestro Pedro Nel Gómez.
Se fue para Méjico donde se impregnó del arte azteca, los murales, la autenticidad de grandes como Frida y Diego, Xiqueiros, etc.
Esa era Débora, la que pintaba sin atinar a que tal obra debería llegar a la cumbre. No, ella pintó para sentir que su arte debería ser original, mostrarse así misma a través del lienzo sin importar la crítica y menos la mojigata censura encabezada por la santa madre iglesia.
Acudió a la caricatura como una de las herramientas del arte irreverente, porque el artista debe serlo para no encasillarse en los paradigmas de la moda y la crítica especializada.
¿Le importaba a Débora que los pontífices del arte le dieran sus buenos conceptos y calificaciones? No, le importaba que alguien apreciara sus obras. Y las apreció más que alguien.
Débora también se expresó en torno a la violencia, pero lo hizo de una manera particular, recurriendo a una forma crítica con trazos caricaturescos.
Pintó a la mujer en su forma de ser víctima de la violencia, reflejándola en el color y las expresiones de los rostros, los ojos, las poses.
Esto no le gustó a la iglesia y por su puesto a las esferas de la sociedad influenciadas por la doble moral religiosa. Eso era lo de menos, el arte debía seguir y siguió en los pinceles de la artista.
No podemos decir a la memoria de Débora, menos que muchas gracias, su legado es muy valioso y borra todas las penurias que sufrió.
La enseñanza más grande que ha dejado, es la de vivir tras una constante superación, sacrificándose por lograr metas que dejen grandes satisfacciones. Algo que muchos no tienen en cuenta porque pretenden ser reconocidos y queridos desde cuanto manchan su primer lienzo.

José Marcelo Vásquez R.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo dudo mucho respecto a que Débora Arango pretendiera hacer un arte nuevo, ella sólo pintaba y ya, y es precisamente esa inocencia, paradójicamente, lo que le permitió ser reconocida, pues a eso es a lo que se le llama ser comprometido... ella estaba comprometida con la pintura, sin discursos, sin aspavientos. Lo que si me llama mucho la atención, es que a pesar de su personalidad tranquila, lograra expresar las críticas y las aberraciones sociales con esos niveles de inflamación propios de ella; pruebas de que no se necesita ser un "loquillo soyado" para ser artista, basta con sentir, mucho, y además, tener ganas de hablar de ello.