Sobre el Arte y la Violencia en Colombia a partir de la 2ª. Mitad del siglo XX.
A raíz del impacto producido por los hechos del 9 de abril de 1949, se inició una etapa en la cual la expresión artística en torno a los hechos de violencia se ha vuelto una constante.
No es, quizá por la violencia en sí, porque Colombia ha sido un escenario propicio para la violencia desde la conquista. Previo a este día cuando se encendieron las pasiones políticas al máximo tras el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, muchos actos violentos de gran magnitud ha tenido que padecer el pueblo colombiano.
Dentro de los magnicidios cabe destacar los de Antonio José De Sucre, José María Córdoba y Rafael Uribe Uribe. Algunos que no se concretaron como los atentados contra el Libertador Simón Bolívar y el entonces presidente Rafael Reyes.
Esto sin contar con numerosas masacres como la de las Bananeras (con su denuncia Gaitán se colgó la lápida) y la muy famosa Guerra de los mil días.
Estos hechos son apenas un abrebocas para lo que vino después del 9 de abril, puesto que de ahí en adelante los baños de sangre son el pan de cada día, al punto que ya un muerto más no es noticia y una masacre en cualquier punto de nuestra geografía es una muestra del estado permanente de violencia en Colombia.
Con el 9 de abril se dio pié para que algunas fotografías de lo que dejaron las turbas enfurecidas inspiraran a algunos artistas a evocar estos actos y plasmarlos en diversas expresiones para la posteridad.
Nadie puede hablar por el artista, puesto que muchas de estas obras han causado diversas reacciones y opiniones, tanto de la crítica del arte como del ciudadano desprevenido.
¿Qué es una denuncia?, mostrar la realidad, una forma de sensibilizar, desnudar nuestras crisis, etc.
Quizá también el mórbido sentido de explotar crudamente algo que conmueve a la sociedad, pensando en la grandeza que alcanzaron célebres artistas en el pasado.
Una obra que personalmente considero auténtica y que no explota el acto violento con una expresión igualmente violenta, el díptico de Marco Ospina. Una expresión abstracta que deja una estela de interrogantes sin necesidad de mostrar dolor, sangre, situaciones conmovedoras tocando lo más sensible del ser humano, sino dejando ver que la mancha negra de la violencia puede opacar la luz del sol y llevarse cualquier nota blanca que simbolice la paz.
José Marcelo Vásquez R
A raíz del impacto producido por los hechos del 9 de abril de 1949, se inició una etapa en la cual la expresión artística en torno a los hechos de violencia se ha vuelto una constante.
No es, quizá por la violencia en sí, porque Colombia ha sido un escenario propicio para la violencia desde la conquista. Previo a este día cuando se encendieron las pasiones políticas al máximo tras el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán, muchos actos violentos de gran magnitud ha tenido que padecer el pueblo colombiano.
Dentro de los magnicidios cabe destacar los de Antonio José De Sucre, José María Córdoba y Rafael Uribe Uribe. Algunos que no se concretaron como los atentados contra el Libertador Simón Bolívar y el entonces presidente Rafael Reyes.
Esto sin contar con numerosas masacres como la de las Bananeras (con su denuncia Gaitán se colgó la lápida) y la muy famosa Guerra de los mil días.
Estos hechos son apenas un abrebocas para lo que vino después del 9 de abril, puesto que de ahí en adelante los baños de sangre son el pan de cada día, al punto que ya un muerto más no es noticia y una masacre en cualquier punto de nuestra geografía es una muestra del estado permanente de violencia en Colombia.
Con el 9 de abril se dio pié para que algunas fotografías de lo que dejaron las turbas enfurecidas inspiraran a algunos artistas a evocar estos actos y plasmarlos en diversas expresiones para la posteridad.
Nadie puede hablar por el artista, puesto que muchas de estas obras han causado diversas reacciones y opiniones, tanto de la crítica del arte como del ciudadano desprevenido.
¿Qué es una denuncia?, mostrar la realidad, una forma de sensibilizar, desnudar nuestras crisis, etc.
Quizá también el mórbido sentido de explotar crudamente algo que conmueve a la sociedad, pensando en la grandeza que alcanzaron célebres artistas en el pasado.
Una obra que personalmente considero auténtica y que no explota el acto violento con una expresión igualmente violenta, el díptico de Marco Ospina. Una expresión abstracta que deja una estela de interrogantes sin necesidad de mostrar dolor, sangre, situaciones conmovedoras tocando lo más sensible del ser humano, sino dejando ver que la mancha negra de la violencia puede opacar la luz del sol y llevarse cualquier nota blanca que simbolice la paz.
José Marcelo Vásquez R
1 comentario:
Sí, seguramente, el arte en torno a la violencia, ha fallado en la medida que no muestra contraejemplos, más que simbologías. Una obra tranquila e inocente, como contraejemplo, nos puede hacer reflexionar en torno a la violencia... "¿por qué si me puedo sentir tranquilo o bien frente a esta obra, no lo puedo hacer frente a la realidad violenta de mi país?" se puede preguntar el observador desprevenido, sin que lo que vea o sienta sea posible a través de un bodegón o un paisaje, puede ser frente a otra cosa, que de todas formas le permita descargarse de tanta saturación.
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