domingo, 8 de julio de 2007

CON CAUSA

El espíritu “rebelde” de una mujer que sobrepasó la barrera de la discriminación en Colombia, demostró un noble pensamiento y un deseo de justicia reflejado en sus obras más significativas.

En un país en el que la sociedad vive a diario hechos frustrantes y de naturaleza violenta, el juzgar puede ser un medio para irrumpir los ideales de personas como Débora Arango
[1], que simplemente reflejan en su arte, una realidad que perciben, sienten y viven.

Hay que reconocer que no todos poseemos ese carácter de valentía al momento de transmitir lo que sentimos con respecto a algo. Con esto me refiero no sólo a expresarnos artísticamente, puesto que desde que nos comunicamos de forma verbal tenemos esa barrera que no permite sobrepasarnos más allá de los límites que nosotros nos hemos establecido.

Sin embargo, aunque muchos de sus deseos intentaron ser frustrados, su camino siempre estuvo destinado a fines que sólo ella tenía claros y que ella misma supo encontrar. Finalmente halló como persona y como artista el punto al que quiso llegar y por eso partió tranquila.

Débora es tan sólo un ejemplo de cómo cada quien puede llegar a resolver su camino, luego de definir qué quiere conseguir y hasta dónde quiere ser capaz de llegar. Esto por supuesto sin importar el momento o el lugar en el que se encuentre, puesto que nada irrumpirá si se lucha por todo aquello que está destinado para cada uno.

Elizabeth Flautero Alarcón


[1] Débora Arango. Pintora expresionista colombiana. Nació en Medellín el 11 de noviembre de 1907 y murió en Envigado el 4 de diciembre de 2005, hija de Castor María Arango Díaz y de Elvira Pérez, estudió en el periodo de 1920 a 1960 artes plásticas y pintura en diferentes institutos de Medellín, en la Escuela Nacional de Bellas Artes, Ciudad de México DF y en el Technical College of Reading, Londres.
Luego se desempeñó como profesora en el Instituto de Bellas Artes de
Medellín desde 1933 a 1935.
A lo largo de su vida recibió numerosas condecoraciones y reconocimientos en Colombia por su obra plástica, participo en varias veses en el
Salón Nacional de Artistas de Colombia que se caracterizó por su controversia al ser la primera mujer que en su país pintó desnudos en su época además de retratar importantes políticos como animales, lo que le valió la censura de algunas personas entre ellas la del general Francisco Franco que cerró una exposición suya en Madrid en 1955.
Algunas de sus pinturas más reconocidas son: "Las monjas y el cardenal", "El almuerzo de los pobres", "El Cristo", "Huida del Convento", "La monja intelectual", "En el jardín", "Bailarina en descanso", "Los cargueros", "Los matarifes", "Clavel rojo" y "La Maruchenga".
La pintora donó a la región y al país por intermedio del Museo de Arte Moderno de
Medellín MAMM en 1987, 233 de sus obras. Las cuales pueden ser apreciadas y valoradas actualmente en este Museo. Su obra es clasificada como expresión que busca reflejar: Lo Politico, Lo Social, Lo Religioso, La Mujer, Lo Urbano, La Lúdica, desde la concepción y sensibilidad de la artista en el documento Debora Arango patrimonio vivo, Patrimonio Artístico, publicado en el Museo de Arte Moderno de Medellin.


http://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A9bora_Arango

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si hay algo que pocas veces se le reconoce a Débora Arango, es su postura política real y permanente frente a la acción, independiente del momento histórico o el hecho o personaje(s) de turno; su gran actividad cuando tiene algo que decir, y su silencio cuando no. Generalmente se desplaza el interés de sus obras hacia lo episódico, hacia lo coyuntural, cuando su motivación real fue la degradación generalizada de la condición humana y el rescate de la inocencia (como sucede con sus desnudos, que técnicamente tienen poco valor, pero que ideológicamente, o mejor, espiritualmente, son cándidos y conmovedores). Ella no se limitaba a hablar de, para y por la mujer vejada, sino en general de, para y por el ser humano degradado... tal vez por eso su arte siempre evolucionó, no se quedó en la fórmula efectiva y efectista, sino que se dió espontáneamente, en la medida que tenía algo que decir.